jueves, 21 de marzo de 2002

El tapiz de Penélope continúa

Restauración del Palacio Abacial en Alcalá la Real


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Fachada del Palacio Abacial tras su restauración en 1999

El concepto actual de monumento como documento, implica que la restauración ya no consiste en operaciones de carácter excepcional destinadas a conferir a edificio un aspecto definitivo, buscando una presunta configuración de cómo fue o como debería haber sido, en términos de imagen o en términos físicos, o bien un estado de salud que le permita desafiar indefinidamente los siglos.

Ese estado feliz no existe. Todo edificio, monumento o no, está destinado antes o después a la ruina. La meta fundamental de la restauración es retrasar este fin, con procedimientos conservativos y de mantenimiento repetidos en intervalos amplios pero regulares en el tiempo. A cada restauración, seguirá antes o después otra, que será realizada con criterios parcial o totalmente diversos de la primera, de lo que se deduce, la importancia de una detallada documentación de lo que el objeto era, es y será antes, durante y después de la intervención. La restauración asume el papel de un proceso continuamente en marcha, perdiendo el rol tradicional de ser una acción definitiva y terminada.

Si la restauración conlleva además la puesta en uso del edificio habilitándolo de nuevo, como medio para asegurar su conservación, estaríamos hablando de rehabilitación. Es decir, la rehabilitación como consecuencia de la restauración y no como un fin en si misma, donde prevalecen los intereses económicos sobre los culturales. Conocidas son las polémicas que ambos términos han suscitado y la utilización perversa que se ha hecho de los mismos, entendiendo restauración como algo aplicable a los grandes monumentos y rehabilitación como un acto simplificado y menos exigente de restauración aplicable a obras menores o entornos urbanos no catalogados.

La distinción entre conservación, restauración o rehabilitación ha sido y es, interesadamente práctica o instrumental. Son términos que responden a un conjunto de significados, consecuencia de la variedad de interpretaciones que surgen de la situación contemporánea frente a definiciones y reglas predeterminadas de otros periodos. Parece consensuado que no existe una única receta, ni un único método, con el que intervenir en un edificio depositario de valores que deben permanecer en la memoria colectiva. Por lo que es necesaria una actitud reflexiva que, caracterizada por el equilibrio y con el rigor que define a la arquitectura como disciplina, sepa reconocer la poesía que hay en la memoria que nos transmite el edificio, independientemente de su carácter histórico o artístico, como monumento o como ruina. La síntesis entre lo nuevo y lo viejo no debe ser construida sino reconocida.

Con estas premisas, se han llevado a cabo las últimas obras durante el siglo XX en el Palacio Abacial de Alcalá la Real. Hemos aplicado una metodología de trabajo que nos han permitido conocer la realidad del edificio: su historia, entorno cultural, función original, técnicas constructivas, en definitiva, los valores y signos que el edificio nos ha legado. Y con estos datos, establecer los criterios de intervención precisos para recuperar aspectos perdidos, proponer nuevos espacios requeridos por la comunidad y posibilitar su correcto mantenimiento técnico y funcional.

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Portada y acceso al patio principal

El Palacio Abacial de Alcalá la Real representa la construcción de arquitectura civil más destacada de esta localidad jiennense. Se sitúa en el llamado Llanillo o Carrera de las Mercedes, aunque no es aquí donde primitivamente se estableció. El origen de la Real Insigne e Ilustre Abadía de Alcalá la Real data del año 1.341, cuando fue fundada por el rey Alfonso XI, ubicándose, junto con la primitiva residencia de los abades, en el interior del recinto amurallado de la Fortaleza de la Mota.

El conjunto urbano de Alcalá la Real tuvo hasta el siglo XVII, el trazado típico de las ciudades almohades, un doble o triple recinto amurallado dividido en sectores: el militar, el barrio noble y los barrios populares o bahondillos. En esa centuria el pueblo empezó a abandonar los recintos amurallados y ocupar los arrabales exteriores, creciendo hacia el valle existente al pie de la colina. A principios del siglo XVIII sólo quedan en la Mota: el antiguo Palacio, la Iglesia Abacial y algunas casas muy deterioradas. Tras la muerte del Abad Castell, en 1.717, se abandona el antiguo Palacio que terminará arruinándose y desapareciendo. Se inicia entonces un período en el que los titulares de la Abadía no residen en Alcalá la Real, intervalo que termina en 1.778, con el nombramiento como Abad de D. Esteban Lorenzo de Mendoza y Gática.


Plano de la Fortaleza de La Mota de principios del siglo XX. El número 11 es el antiguo Palacio Abacial
Una de las primeras empresas en las que se embarcó el Abad, fue la construcción en 1.779 del nuevo Palacio Abacial en el lugar actual. Las obras, que sufragó el propio Abad, tuvieron un coste de diez mil ducados y fueron terminadas en el año de 1.781, según reza la leyenda que existe en la cornisa de la portada: "COSTEO ESTA OBRA EL YLMO. SR. DN. ESTEBAN LORENZO Y GATICA DEL CONSEJO DE S.M. ABBAD MR. DESTA RL. ABADÍA. AÑO DE 1.781". No tenemos datos que permitan afirmar que todo el edificio fuera construido de nueva planta, sólo existe constancia que la fachada principal se construyó desde sus cimientos en esa época. Como veremos más adelante, las diversas tipologías constructivas y el trazado en planta, nos hacen suponer que el edificio se alzó sobre los restos de un viejo palacio o caserío, cuya planta fue ampliada.

El Palacio Abacial mantuvo su uso hasta el año 1.851, cuando se suprimió la Abadía. Tras dos años de destino incierto, se convirtió en residencia del Señor Arcipreste del Territorio Eclesiástico y acogió, además, los juzgados de Primera Instancia e Instrucción Municipal, así como un taller de carpintería. El 19 de octubre de 1.917 el edificio fue comprado a la Iglesia por el Ayuntamiento, que mantiene hoy su titularidad. De esa época data la ubicación en el Palacio de escuelas y otras dependencias municipales.

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Izquierda: estado del patio tras la reconstrucción de 1949. Derecha: estado del patio tras la restauración de 1999. Se han recuperado las rasantes originales, se sustituyeron las columnas de arenisca que estaban a punto de colapsar por la compresión y disgregación que tenían, se eliminaron tirantes y elementos añadidos.

El edificio sufrió graves daños durante la guerra civil. Debido a su fuerte deterioro y a la necesidad de acoger nuevos usos, en el año 1.947, la Dirección General de Regiones Devastadas redactó un proyecto de reconstrucción cuyo responsable fue el arquitecto Santiago Sanguinetti.

Plano del levantamiento del proyecto del año 1947 realizado por el arquitecto
Santiago Sanguinetti para la Dirección General de Regiones Desvastadas
La obra se retrasó hasta 1.953 por problemas de presupuesto, reduciéndose los objetivos iniciales de la intervención. A partir de entonces el Palacio acogió diferentes usos: oficinas de sanidad, comisaría de vigilancia, arresto, almacenes, archivos y dependencias auxiliares. Se habilitaron entradas independientes para las viviendas de los jueces, que fueron situadas en planta primera. En este nivel se ubicaron el Archivo Notarial, el despacho del forense y aseos para el público. En la última planta se instalaron las viviendas del portero, alguaciles y algunos locales como: academia de música, almacén y archivo. Durante cierto período de tiempo, esta planta contuvo aulas del Instituto de Bachillerato, a las que se accedía directamente desde un colegio vecino a través de un puente trasero. Desde entonces, la utilización del Palacio ha sido continua, perdiendo algunos usos y ganando otros: guardería, tertulia flamenca, asociaciones ecologistas, deportivas, astronómicas, teatrales, etc.

Para entender la arquitectura del Palacio Abacial, con elementos tan diferentes y contradictorios, es necesario conocer el panorama de la arquitectura civil en Jaén y el contexto arquitectónico que existía en Alcalá la Real durante el siglo XVIII. Durante este período, la arquitectura civil en Jaén se encuentra entre las tendencias barrocas y las neoclásicas. Predomina la corriente neoclásica en edificios administrativos y privados, sobre todo a partir de 1.760, año de la imposición borbónica de control de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En Alcalá la Real lo encontramos en edificios como el Ayuntamiento y la Alhóndiga.

Esta arquitectura oficial contrastará con la práctica arquitectónica promovida por la Iglesia que mantendrá la corriente barroca, favorecida por la renovación de las autoridades eclesiásticas, que se trasladaban de unas diócesis a otras. El obispo fray Benito Marín, de origen riojano, construye la más atrevida muestra de Barroco tardío en edificios públicos de la provincia de Jaén: el antiguo hospital de Cambil. El abad jerezano Esteban Lorenzo construye el Palacio Abacial, más cercano a las trazas de los palacios de la Baja Andalucía que a la arquitectura jiennense. El Palacio incorpora elementos locales y neoclásicos que contrapesan la intención barroca del edificio. Se crea un producto híbrido con una fachada contradictoria, que supone un cambio radical en los planteamientos que hasta el momento se habían producido en la arquitectura de la ciudad alcalaína.
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Alzado del Palacio Abacial a la Carrera de las Mercedes o Llanillo. 1999

La composición de la fachada no es simétrica, su entrada se desplaza hacía la derecha enmarcada por dos poderosas mansardas que emergen sobre la cornisa. La portada se articula en dos cuerpos: el primero, con un arco de medio punto sobre impostas y jambas decoradas con dibujos de temas vegetales, está flanqueado por dos pares de columnas, de orden compuesto sobre pedestal. Estas columnas con un fuste demasiado corto en relación con el módulo que rige su orden, dan la impresión de que todo el primer cuerpo es bajo y desproporcionado. Esta percepción se agrava por el tamaño del hueco superior y por el enorme vuelo del balcón principal con traza cóncavo-convexa. El cuerpo superior está formado por el balcón con un vano adintelado, enmarcado por sencillas molduras y rematado por un frontón triangular que se rompe para alojar el escudo del abad. En el eje de la portada, aparece un pinjante en el que está grabada la fecha de construcción del Palacio. Termina con un arco muy rebajado donde se inscribe la leyenda antes mencionada.
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Fachada principal e interior del patio

El resto de la fachada, de tres plantas, se compone de vanos adintelados y alineados en los tres pisos. En el último, aparecen pequeñas ventanas cuadradas sin ningún tipo de ornato. En la planta principal todos los huecos son balcones con cerrajería de hierro forjado y labrados en la fachada sin más ornamentación. En la planta baja, los vanos son puertas y ventanas con cierres de forja, enmarcados por sencillas molduras y filetes que varían de dibujo y sección según se trate de puerta o ventana. Toda la fachada se encuentra rematada por una cornisa de piedra, sobre la que vuela un atrevido alero de canes de madera, que al llegar a la portada se curva, enmarcándola.

El ancho alero sólo se interrumpe en dos puntos: donde aparecen las magnificas mansardas, que son uno de los elementos más barrocos y con diseño más cuidado del edificio. El vano de la mansarda está conformado con un arco mixtilíneo, enmarcado por pilastras toscanas y rematado por el mismo tema que la portada del Palacio: una moldura curva con un pinjante en su eje y un acusado alero, rematado por piezas de cerámica esmaltada verde. Unas magníficas balaustradas labradas en piedra definen la parte baja de las mansardas y las convierten más en balcones que en buhardillas. Es un elemento arquitectónico  extraño en la provincia de Jaén.

Un análisis detenido de la planta nos permite reconocer una tipología común con los palacios de la Baja Andalucía. Son éstos de proporciones reducidas, con plantas rectangulares o cuadradas de traza uniforme. Los usos de estos edificios comprendían en planta baja: un zaguán, un patio porticado, escaleras y cárcel; y en planta alta: sala capitular, sala del secreto y archivo. Las salas capitulares solían ser cubiertas con bóvedas encamonadas de escayola o ladrillo. Todos estos elementos aparecen en el Palacio Abacial de Alcalá la Real.

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Planta baja del Palacio Abacial en su entorno urbano

La traza del Palacio tiene un elemento muy peculiar en su planta, es el giro que tiene el patio principal y las crujías que lo rodean respecto a la crujía que conforma la fachada. La superposición de dos geometrías diferentes se justifica con la hipótesis de que el actual Palacio se construyera sobre un edificio preexistente, que se adaptaba a la morfología existente en el tejido urbano, antes de la operación del trazado del Llanillo. Esta hipótesis confirmaría la tradición local que dice, que se mandó reedificar un palacio que ya existía, en estado ruinoso, comprando casas vecinas para darle la misma extensión que tenía el Palacio en el recinto de la Mota.

La investigación histórica nos ha permitido saber, a través de unos Autos instruidos en 1717 con la muerte del Abad Castell, que las medidas del antiguo Palacio ubicado en la Fortaleza de la Mota eran de cuarenta por cincuenta varas castellanas, esta última coincide con la dimensión exacta que tiene la fachada del Palacio actual (41,95 mts). Este dato, junto con el análisis del levantamiento del edificio y sus técnicas constructivas, nos permiten extraer conclusiones interesantes y aportar un dato al conocimiento urbano e histórico de la ciudad.

En efecto, al trasladar el Palacio al llano, se elige para su ubicación una casona previamente existente, y se reforma y amplia pero su fachada se alinea con la nueva vía (actual Carrera de las Mercedes) que, recorriendo el “llanete”, servía de terminación a la retícula del nuevo ensanche urbano que bajaba desde la Mota, culminando así la expansión de la ciudad. La gran longitud de la fachada del Palacio y su fuerte alero contribuyeron a la configuración definitiva de la nueva calle. Esta hipótesis ha sido verificada, durante la obra, al comprobar las diferentes fábricas y técnicas constructivas con las que están ejecutados los muros del edificio.

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Patio principal del Palacio, tras su restauración.
En el centro una fuente con una caja de resonancia inferior para amplificar el sonido del agua
En el Palacio mantuvimos una actitud que buscaba recuperar, mantener antiguos materiales y las pequeñas cosas que evocaran el paso del tiempo. Dejar que se expresasen, de nuevo, con su propia lógica. Nuestra intervención pretendía pasar desapercibida en el interior del edificio, más que apoyarnos en un método o procedimiento de restauración sostenido por determinadas ideologías, desarrollamos un método proyectual basado en el trabajo paciente, en el rigor de unas decisiones que toman como guía determinadas reglas de intervención y en el deseo de prolongar la vida del edificio con sus virtudes y defectos. Las ideas de proyecto fueron tomando consistencia a lo largo de la construcción en una tensa y gratificante relación con el edificio abacial.

Manteniendo el propio orden interno del edificio, se redistribuyeron los espacios dentro del volumen existente.  Optamos por mantener la imperfección de lo existente: viejas viguetas de pino tea con sus escuadrías deformadas, desplomes de los muros, deformaciones del patio, realizamos intervenciones mínimas buscando alterar lo menos posible las preexistencias y sobre todo reversibles, que no excluyan futuras correcciones o rectificaciones.

El patio central del Palacio es un espacio proporcionado y de gran belleza, labrado en piedra caliza muy blanda. Su traza es rectangular, de medidas interiores 8 ½ x 7 varas y se organiza en tres galerías. La primera de doce arcos de medio punto, sostenidos por columnas de orden toscano; la planta noble se define con pilastras toscanas cajeadas, en las que apoyan arcos de medio punto. En la última planta los huecos están adintelados sostenidos por pilastras toscanas cajeadas, con un tondo resaltado en el centro.
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Sección general del Palacio por el patio principal y el posterior en su unión con el colegio trasero

En 1988, cuando comenzamos a trabajar en el edificio, el Palacio Abacial de Alcalá la Real, representativo y de fuerte significación para la ciudad, había perdido parte de su calidad formal. Intervenciones desordenadas y añadidos poco reflexivos, realizados a lo largo de dos siglos de existencia, habían motivado esta situación. La construcción principal se encontraba rodeada por un sistema de patios, antiguas huertas, que estaban en un estado de absoluto degrado y abandono. La disposición del edificio en torno al patio central, provocaba un uso concéntrico, en anillo, que daba la espalda y excluía los patios circundantes.

Los criterios de intervención surgieron de dos aproximaciones complementarias al problema. En primer lugar, el entendimiento y compresión del edificio existente, con su lenguaje, materiales y espacios modificados o alterados. Intervenimos con el convencimiento de que no existen principios, ni reglas universales en la restauración de edificios.

A la derecha la torre que alberga todas las instalaciones que son necesarias para la eficiencia energética y el confort de un edificio contemporáneo. Al sacarlas al exterior permite liberar espacio en el interior del edificio histórico y simplifica trazados de instalaciones.

En segundo lugar consideraciones de tipo funcional aportaron el resto de los criterios de actuación. El aspecto funcional abarcó no sólo la distribución de las actividades a desarrollar, sino también la adecuación del edificio a las condiciones necesarias de confort y habitabilidad. Ello incluyó una revisión de los sistemas de instalaciones para encontrar el punto de equilibrio entre la conservación de los elementos significativos del Palacio y su funcionamiento como un edificio adaptado a nuestro tiempo. Nuestra intervención reflexionó, además, sobre un tema poco debatido: ¿qué ocurre con los espacios vacíos, sin caracterizar, anejos a los edificios históricos? antiguos espacios ocupados en su día por huertas o terrenos de cultivo y actualmente elementos residuales en un edificio dentro de un tejido urbano. La propuesta de recuperación del Palacio Abacial intenta introducir la espacialidad de estos patios perimetrales en la secuencia de quien recorre el edificio.

Como consecuencia de las premisas anteriores, se propone una operación de nueva planta en los patios traseros del edificio: la construcción de una doble torre de comunicaciones verticales e instalaciones, un nuevo elemento que tiene claramente el carácter de un objeto añadido, independiente, reversible, de escueta factura pero respetuoso con el entorno donde se ubica. En él se han querido sintetizar diversas intenciones del proyecto.

Por un lado, dotar al edificio de un nuevo “corazón”. Una torre opaca que reacciona frente a la luz vibrando y latiendo, enviando al viejo edificio la energía necesaria para su supervivencia. En esta torre se centralizan todas las instalaciones conectándose al Palacio a través de una serie de pasarelas directamente relacionadas con el anillo de distribución que forman las galerías del patio central. Frente a la opción de ubicar las necesarias salas técnicas allí donde los espacios existentes dejan un resquicio, el proyecto se decanta por centralizarlas en esta torre con estancias fácilmente localizables por planta. Por otra parte, una torre transparente y translúcida actúa como una gran linterna de los patios traseros. En ella se sitúan núcleos de comunicación que provocan un desplazamiento de la circulación hacia el patio posterior para incorporarlo a los recorridos significativos del edificio.

Las proporciones de ambas piezas dividen de forma sencilla el espacio trasero en dos partes: una plataforma elevada que aprovecha el actual muro de contención y un espacio escalonado que regulariza el patio creando un sencillo auditorio al aire libre. Las nuevas piezas proyectadas imponen su geometría a los patios de ambos lados, controlándolos formalmente.

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Torre de comunicaciones exterior que une las tres plantas del edificio y lo conecta con el colegio vecino

De acuerdo con el carácter lúdico recreativo que van a tener estos patios traseros, la iluminación proyectada ha sido de orientación que, situada a baja altura en las paredes del Palacio, ilumina tenue pero suficientemente estos espacios. En determinados puntos como la medianera o en los contrafuertes se proyectaron luminarias que resaltan o crean determinados contrastes según el lugar donde se sitúen.

La iluminación de los diferentes espacios ha sido determinante en la configuración final del edificio. Se ha proyectado según el grado de exigencia mínima para la confortabilidad y rendimiento requeridos en los nuevos usos, pero se ha tenido en cuenta, también, el carácter peculiar de los ambientes del Palacio, donde los techos mantienen el ritmo y trazado de las vigas originales de madera. Las luminarias que debían satisfacer un nivel de iluminación de 500 luxes al tratarse de aulas, se proyectaron empotradas en las bovedillas de escayola que además de servir como pantalla difusora, las ocultan a la vista. En otras áreas como pasillos, galerías, bóvedas, etc., los niveles de iluminación al ser menos exigentes han permitido un tipo de luminaria cuya función principal ha sido resaltar determinados elementos arquitectónicos.

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Planta principal del Palacio Abacial, donde se ubica el centro de interpretación y las salas de exposiciones


En general, se ha huido del criterio de iluminación occidental donde, como mantiene Tanizaki “los rayos luminosos parecen rebotar en la superficie del papel”. En este sentido la investigación en la iluminación de los edificios históricos está aún por hacer. En todas las ciudades, se iluminan catedrales, monumentos, fuentes... como si fueran antorchas. Se introducen fuentes de luz que invierten la incidencia de los rayos naturales en los edificios, desnaturalizando y alterando la percepción de espacios, molduras y elementos que han sido pensados para reaccionar con la ausencia o presencia de luz.

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Escalera de comunicación y contraincendios en uno de los patios laterales.
Una torre que alberga también diversas instalaciones

En la iluminación de los principales elementos del Palacio Abacial, hemos procurado tener en cuenta estos criterios cuidando de manera especial los tipos de luminarias, su potencia y la temperatura de color. El patio principal de dimensiones 7,25 x 6,00 mts y una altura de 9,50 mts, se iluminó con proyectores de halogenuros metálicos de 75 w y una temperatura de color de 3000 ºK., que con un factor de reflexión media en las paredes de 0.50 y un factor de mantenimiento de 0.80, daban un nivel medio de iluminación en torno a los 40 lux. Para la iluminación de la fachada principal se estimó una iluminación media de 30 lux con un factor de mantenimiento de 0.80. Para conseguirlo se proyectaron lámparas de halogenuros metálicos de 250 w con una temperatura de color de 6000 ºK y que situadas a una distancia de 9,55 mts., mantienen bastante reales los colores existentes.

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Planta segunda del Palacio que alberga aulas del Conservatorio elemental de música


El resto de los trabajos de restauración realizados en el interior del Palacio Abacial consistieron, entre otros, en: recuperación de las rasantes originales, con la consiguiente restauración de las proporciones del patio principal, reparación y conservación de los forjados de madera, reposición de cubiertas, resanamiento de canes de madera en el alero de fachada, limpieza y eliminación de añadidos en la fachada principal, consolidación y restauración general de los muros de piedra. La metodología fue la siguiente:

1. Investigación histórica. Se realizó un análisis histórico del edificio, a través de fuentes documentales y bibliográficas, con el objeto de clasificar y conocer las obras realizadas en su interior, tanto en el momento de su ejecución, como modificaciones y restauraciones posteriores. Esta investigación nos permitió conocer las técnicas constructivas de la época, sus unidades de medida, los oficios y gremios que intervinieron, etc., así como su clasificación artística o histórica dentro de unas coordenadas temporales, espaciales o artísticas.

Patio lateral del Palacio tras su limpieza y rehabilitación en 1999
2. Análisis y estudios previos. Campaña de ensayos compuesta por:
- Estratigrafía de revestimientos, pinturas, revocos.
- Composición de los materiales, en concreto de las piedras y morteros.
- Alteraciones internas, disgregaciones de materiales, huecos, roturas...
- Productos empleados en intervenciones anteriores, añadidos.

3. Levantamientos gráficos. A pesar de los ensayos previos, el verdadero conocimiento del edificio comenzó con su levantamiento. Este es un documento científico, por un lado por el rigor geométrico y la precisión de las medidas empleadas, como por el valor que tiene en la interpretación critica del edificio. En este proceso, es cuando verdaderamente se comprende el edificio. Los levantamientos son necesarios para la comprensión analítica del objeto sobre el que se actúa, además de completar otros aspectos sobre los que se deben dirigir los trabajos. El levantamiento estudia los “valores ocultos” presentes o introducidos, los elementos simbólicos, los esquemas geométricos reguladores, las métrica, el contraste de medidas para encontrar y explicar las unidades antiguas de medida, las características constructivas, estáticas y de los materiales (fábricas, estructuras murarias, juntas, morteros, geometrías, proporciones, estructuras de los pavimentos).
Sección transversal del edificio con relación entre patio principal y patios traseros

El ejercicio de levantamiento de planos en el Palacio Abacial fue muy meticuloso. Se realizaron a partir de una escala mínima de 1:50, todas las plantas, alzados y gran número de secciones, partiendo de la toma de datos en el propio edificio y apoyándonos en la escasa documentación histórica y gráfica existente. La planimetría fue un importante ejercicio de conocimiento, descubrimos el sorprendente giro de las crujías perimetrales respecto a la fachada, nos sirvió de base para la confección de inventarios de carpinterías, cerrajerías, pavimentos, techos, etc. Con ello nos aproximamos al tema, pero también se nos plantearon interrogantes que sólo se resolvieron en la fase de obra.

4. Diagnóstico. En el caso del Palacio Abacial de Alcalá la Real, se detectaron tres tipos de muros con diferentes técnicas constructivas, materiales y grados de deterioro: a. Muros de las crujías de fachada. b. Muros perimetrales exteriores. c. Muros exteriores al patio principal.

5. Actuación y consolidación. A la vista de las patologías observadas y del diagnóstico extraído, se propusieron una serie de intervenciones y actuaciones destinadas a asegurar y consolidar la estabilidad estructural de los muros de fábrica y sillería existentes en el Palacio Abacial.


                                  Propuesta de intervención en el muro 2 (sur) del patio principal del Palacio Abacial 

Tras la intervención se han ubicado en el edificio un Museo y Centro de Interpretación de la Ciudad, las instalaciones del Conservatorio Elemental de Música "Pep Ventura" que tuvo su germen en las antiguas habitaciones del Palacio y donde los alumnos asistían a clase, en los años ochenta, en condiciones precarias. Además de la Concejalía de Cultura, un uso no previsto en el proyecto inicial, lo que ha provocó una caótica e improvisada inversión del usos y utilización del edificio respecto a lo inicialmente previsto y proyectado.

Como conclusión, retomamos la idea original del articulo: el diálogo que es necesario establecer con el edificio sobre el que se interviene. Este diálogo implica una actitud critica y científica respecto a la intervención, basada en el reconocimiento de la doble naturaleza del elemento a recuperar: como un objeto que posee un valor patrimonial, estético o histórico y por su consistencia física que le hace ser también, un objeto de uso cotidiano, funcional, social y urbano.

Frente al culto del diseño, como un fin en si mismo, entendemos que es prioritaria la memoria del edificio sobre su uso. Porque sin memoria no hay poesía. Y la memoria es necesaria para que el individuo contemporáneo pueda definir su identidad y su propio medio, lo importante no es la arquitectura sino las personas. Esta actitud de discreción no supone una renuncia a la arquitectura contemporánea, sino que tiene que ver con la forma de entender la relación entre la arquitectura existente y la nueva arquitectura. La responsabilidad del arquitecto es entender esa compleja relación entre lo viejo y lo nuevo, siendo consciente que su intervención no es más que un tejer y destejer en el tapiz de Penélope que son los edificios heredados.

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Escalera de subida a una de las mansardas de la fachada principal
Alcalá la Real, 2002



Texto original en:

El tapiz de Penélope continúa

LOGGIA, pp. 76-93, Valencia 2002